24/6/13

Me dí cuenta, de que tengo un nudo en la cabeza. 

Que mi cerebro tiene un nudo, SI, UN NUDO.


El cual esta hace un mes, y nadie puede desenrredarlo



13/6/13

¿Qué otra solución habría?


Unos recónditos e infernales años pasaron desde esa "gran" tragedia, como él lo llamaba. Ellos tenían una hermosa hermandad, de la cual ya nadie parece o puede recordar. Si tuvieran el tiempo del mundo, te contarían hasta el mínimo detalle, que hasta ellos mismos olvidaron, pero que para ser, por lo menos por un rato, "feliz" lo modificaron para añorar, recordar como si fuera la última vez que lo harían (lamentablemente no). No les importaba engañarse entre ellos, o redactar mal sus gran e increíbles hazañas, ya nadie los escucharía ni atención les prestarían. Aún así, ya estaban acostumbrados a vagar entre cenizas y lugares infernales que nadie querría descubrir ni en sus más pesados sueños. Todo por culpa de Él.
Él llego de un día para otro, nunca nadie lo pudo anticipar o prever, pero a pesar de eso, lo recibieron con todo su afecto y cariño.
"Ya sos parte de la hermandad, no tenés porque temer", Fue lo peor que lo podrían haber dicho. Gracias a esas palabras tomó toda la libertad de realizar lo que se propusiera con ellos. Nadie pudo desconfiar de Él, en ningún momento de su vida.
Así paso el tiempo, el gran y temido tiempo que les mostraría todo su padecer y errores que cometieron, que según ellos eran "sin querer".
Eran espeluznantes los abrazos que sentía de parte de ellos. Fríos y sin ese amor que antes sentía. Como una patada en el medio del hígado. Lo abrazaban porque sí, por compasión, ellos por dentro sentían lástima por él.
En un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. De a poco sus "hermanos" iban desapareciendo, creían que no sabían, pero muy en el fondo, sus razones eran horribles y despiadadas, ¿era mejor dejarlos ir o aferrarlos a una causa perdida? . Como beneficiaba su salud y bien estar que otros controlaban, los dejaron ir. Pensaron que era para una buena causa, algo normal y corriente.
Muy de vez en cuando aparecían, como ratas saliendo de su cueva, solo para buscar comida.
Él no aguantó más. La situación hipócrita e incoherente lo destruía, cada partícula suya se desvanecía con los segundos.
Cegado por la tristeza y el dolor, inmediatamente, sin pensarlo, mató lentamente a cada uno de sus supuestos hermanos, con los que ni lazo de sangre compartía. Le dolía menos que su insuperable se pa ra ci ón. Incluso disfrutaba ver como poco a poco todo volvía a la normalidad, como se querían, como con cada apuñalada, o con cada golpe, le hacía creer que estaba todo bien, como los abrazos de niños asustados por una pesadilla, a sus madres, que solo les acaricia el pelo y repite: -"Todo está bien". No lo lamentaba, para nada. Huyo cuando cometió su último crimen.

De vez en cuando se lo ve, caminando solo en la calle, pero repleto de gente que va y que viene, que no se detienen ni para pensar, para sentirse por lo menos, un poco acompañado. Nunca nadie lo buscó ni reclamó por él, porque, ya nadie lo quería.